La
Cata estaba en calidad de cadáver, la verdad. “Se me quebró el alma”, me dijo,
con voz de ultra tumba, y de puro mirarla sentías que era cierto. (Además, como
no se maquilla, se potenciaba la imagen. Mal.). Quise aconsejarla y le dije que
no era el fin del mundo, que tenía todo para encontrar el amor correcto… y cosas así. Pero ella lloraba, lloraba y lloraba…
No se podía poner de pie. Se me arrugó el corazón.
La
encontré sentada en el piso, oscuro, tiritando… La pobre no tenía fuerza ni
para comer o tomar agua. Le dije que no hay mal que por bien no venga (y lo
primero que pensé, es que con el mal de amor se pierde peso fácilmente y sin
pasar hambre. Algo bueno que sea… que la dura no es menor, porque ¡cuesta tanto
adelgazar!).
Le
sugerí que fuera a dar una vuelta a un parque que no conociera, sólo por ir y
conectarse con visiones distintas. O que se tomara una micro a cualquier parte y
que se fijara en la gente, en qué hacen, cómo se mueven y mirara por la ventana,
porque muestra que la vida está llena de otras cosas… etc.
(Me
arrepentí al segundo, porque podría irse a un lugar feo, apiñada y hasta podían
asaltarla!!!! O sea, depresión al cuadrado asegurada. No way!!!). No alcancé ni
a decirle que mejor no… Ella me balbuceaba “ok”, pero con la mirada perdida… Yo
estaba en otra galaxia para ella. Una dónde sólo cabía un silencio mortuorio y
sus lágrimas.
Yo
le hablaba, tratando de volverla a la tierra, pero ella callaba casi todo el
tiempo… sólo de repente decía “Maidi, sólo quiero hibernar o morirme, no me da
ni para levantarme de aquí”… Jevy. Tu amiga está ahí más que deshecha y una no
sabe qué hacer. Y entonces, no sé de dónde, me vino la iluminación.
(Yo
creo que de los ejercicios de la Pineal que aprendí en el retiro mapuche al que
me llevó la Ava… Fue divertido esa vez. Ella me dijo: “Oye Maidi”, vamos, la
pacha mama la lleva. Te conectas contigo a nivel atómico y, ¿cómo sabes, si, de
paso, también con un machi… tipo macho… y si hay suerte, hasta puede ser
alfa?... Me convenció). El asunto es que en ese momento decidí que le hablaría
a la Cata de lo que yo llamo el “mapa de la vida”.
Quería
zamarrearla pero no era el minuto. La abracé. Me paré. Fui a buscar agua y se
la di. La dejé sola. Mientras, le di una manito de gato a su casa. (No estaba
hecha un asco, menos mal. Pensé que la depre se alivia su resto si estás en lugar
ordenado y limpio. O sea, si no, además de todo, ¿¿¡¡hay que lavar platos y
sacar la basura??!!!… Qué lata!!!!).
Imagen de esta página, muy buena. |
Así
que saqué el polvo, guardé la ropa tirada, revisé el refrig. Le hice algo para
comer (una ensalada. Rico, rápido y light). Cuando el entorno estuvo ok, la fui
a buscar. Le dije, cariñosamente, “ya mi querida, levántate”. Logré que se
lavara la cara y que comiera… Una vez calmada, le mostré la casa perfecta y le
cité la extensión del principio de correspondencia del kybalion, “como es
adentro, es afuera”.
Le
dije que el entorno era un reflejo de su vida, y que si ponía armonía afuera,
por mucho que tuviera la pelotera adentro, habría algo que empezaría, de a
poco, a poner las fichas en los lugares semejantes a nivel interno…
Ella
estaba ida… pero a veces, algunas de mis palabras, yo percibía, la tocaban...
Cuando sentí que ya estaba bastante “presente” le salí con lo del mapa.
“Cata,
te veo y puedo sentir los pedacitos de
tu alma cortándote lo que queda de tu integridad. Yo me sentí un poco así
cuando me separé del Nico, ¿Te acuerdas?. Me acabas de decir que sólo tienes
ganas de hibernar o de morirte…
Lo
comprendo y solidarizo. Perfectamente. ¿Cómo no hacerlo?. Pero hay que poner pausa y reflexionar. Y este es el
momento, porque sea lo que sea que hagas, incluso no hacer nada, será una
decisión… y en el primer tiempo se asienta”.
Ella
me miraba y era como cuando, siendo bilingüe, ves una película en inglés australiano... Todo se distorsiona. Pensé en detenerme en
esta parte y explicarle mejor, pero decidí que no, igual como en el cine. Y
continué:
“Mira,
en este minuto, estás en este punto de la línea de la vida -y lo dibujé en el aire-.
Tienes un pasado, un presente y un futuro. Y el futuro va a venir igual, lo
quieras o no. Con o sin el dolor de la puta madre que tienes ahora y que no te
deja respirar. ¿Cierto?” –Ella, por primera vez, se conectó conmigo, y asintió
con la cabeza-.
“Ok”–proseguí-.
Lo bueno del futuro, es que no está determinado por completo. Puedes influir.
Hay algunas opciones… y la gran pregunta es cuál tomar, para eso el criterio es
identificar las consecuencias de cada una de ellas. Piénsalo como un mapa, el
mapa de la vida. Ahí hay puntos cardinales y se pueden vislumbra algunas rutas
que llevan a cada uno.
Cuando
vas a la deriva, igual que el viento y las olas a un barco débil en aguas
turbulentas, la vida te conducirá a un puerto. O sea, llegarás igual a algún
lugar. El asunto es si tú eliges el destino y la ruta, o ellos te eligen a ti.
Ya sé que te gustaría irte por la tangente, sin pasar por la navegación
tortuosa, pero esa alternativa, apagarse y prenderse cuando la tormenta pasó,
es ficción, no existe en la realidad.
Es
como enfermarse. Tú te enfermas y si decides no hacer nada, la enfermedad sigue
su curso igual –ella elige por ti-. Y sí, puede puede ser que mágicamente te
sanes, pero eso también lo eligió tu cuerpo, no tú. El punto es que tú siempre
decides si hacer algo o no. Y en general es mejor hacer algo, por que si no
probablemente será peor.
La
Cata ahora sí estaba conmigo, ahí agregué, enfática: “Y así se viene la mano: Escenario
uno. Seguir llorando, tratar de no pensar –pero pensando todo el rato por
supuesto-, y echarte a morir. Por ejemplo, no levantarte, porque no tienes
ganas, no comer, no nada”. A mi amiga ahí le vino otro ataque de llanto.
Yo
sabía, esas palabras eran como sacar un tapón a una pena enorme y forzadamente
oprimida. Pero la dejé llorar sólo un poco, y seguí, sentía que era importante
hacerlo.
“Veamos
las consecuencias de eso- continué- ¿Te acuerdas que te conté de la peli “Post
coitum animal triste?”… Ya. Esa conducta del “no quiero nada, nada” te genera
el escenario de la protagonista. O sea, tu casa asquerosa, llena de platos
sucios y bichos, sin comida, hasta quizá te cortan la luz por no pago. Y para
más remate, tú andas hedionda por no bañarte y no tienes ni una pilcha limpia que
ponerte. You got it?... Y…. ¿Qué pasa?…
En
un minuto, como todo tiene un límite, decides levantarte. Ves ese entorno y…
Obvio….¡¡¡¡Te deprimes de nuevo!!!!… Eso implica que ahora estás el doble de
triste. Ergo, te cuesta el doble o más decidirte a levantarte y un esfuerzo
descomunal para ordenar y limpiar… Resultado, no te da. Y sigues vegetando ahí
por días, y aunque parecía imposible, todo empeora.
Un
día te da para bañarte. Otro para pasar la aspiradora. Y así. De a poco va
mejorando, pero es eterno. Si lo miramos en términos económicos, es nula la
rentabilidad. No hay nada en el refri ni en la despensa. Y nada limpio. Un caos
por donde lo veas. Objetivamente, no es un buen destino ni una buen ruta, darling…
Así
que si no quieres transitar por ahí, tienes que armar un plan para que eso no
pase. Ya sé que crees que no tienes ni un cuarto de neurona ahora para armar
ningún plan, pero te aseguro que sí, yo te voy a ayudar a encontrarla”.
“Maidi,
gracias, pero estoy cansada. Dejémoslo hasta aquí ¿ya?” , me dijo la Cata. Con
un agotamiento en la voz que era como si hubiera corrido la maratón. Yo estaba
tentada de hacerlo, pero por alguna razón rara sabía que debía seguir, y lo
hice.
“No, Cata. Me vas a escuchar un poco más. Escenario dos. Me dijiste que querías
hibernar o morirte. Ok. Veamos. Existen experimentos para la hibernación
humana. Supongamos que puedas acceder…
Hay
que hacer gestiones. Investigar cómo, etc. Porque no es un asunto que “ocurre”
biológicamente con los humanos, como las ganas de hacer pipí. Ergo requiere
esfuerzo y harta plata seguramente… Y dada tu cuenta corriente… descartado. Escenario
tres, morirte”.
Y
ahí le surge otro ataque de llanto a mi amiga y yo, haciendo de tripas corazón,
para no quebrarme también, como sentía que era importante lo que le decía,
seguí. “Ya. Cata, sé que la muerte parece la solución. Todo parece que se
acaba”. Ella me miró con ojos de un alivio tan anhelado que tuve que respirar
profundo y tomar agua para mantener la cabeza fría y el foco de la conversación.
“Veamos.
Si en verdad piensas en la muerte como solución, es porque no te gusta tu vida,
y sientes que no la puedes cambiar, así que no vale la pena seguir tratando.
Eso significa que debes poner un esfuerzo en diseñar tu suicidio. O sea hay
energía involucrada, porque tampoco eso “ocurre” solo. Le lleva pega. ¿Vas a
invertir tu tiempo en eso en vez de diseñar un destino bonito?
Además,
sabes que le dejarás un hoyo en el corazón de pena y de culpa a tus amigos y a
tus padres, quizá mayor que el que tienes ahora. Y, como si fuera poco, morirse
sale una fortuna, y me dijiste que tus papás quieren ir a ver a tu hermana
cuando nazca la guagua, a Holanda.
¿Les vas a hacer gastar los ahorros para eso a tus padres en funeral y cosas así, y
de paso arruinarles el viaje que quieren hacer hace 3 años, y además vas a poner a
tu hermana en la posición de venir o no, pese a que estará con una guagua chica,
con lo que eso significa? ¿Te vas a hacer la lesa con todo eso? ¿Puedes?”. “Maida,
córtala con eso, era un decir, si sabes que no me voy a matar”… Me dijo, media
enrabiada. Ya estaba volviendo en sí. “Ok”, respondí, felicitándome por dentro.
“Sigamos”.
“No, Maidi, please, dejálo”. “No. Sigamos.Es importante”, insistí. Y continué.
“No te puedes matar, no puedes hibernar, seguir no pensando en la huevá no es posible y pegada no es rentable…
¿Entonces? Primera opción o ruta, mantener el status quo, o sea donde estás.
Vale decir sentirse atrapada sin salida, quejarse, seguir llorando… y, por
efecto directo, aumentar lo peor.
Segunda
opción. Decidir que no quieres vivir vegetando de esa manera. Y, luego, que sí
quieres vivir una vida bonita, que te guste. Que eso es mejor que echarse a
morir, que suicidarse y que seguir dónde estás. O sea, paso cero: decisión de
elegir una vida que valga la pena. ¿Quieres eso?”... La Cata lloraba. No era
capaz de hablar. Era el momento clave. Yo lo sabía.
¿Cata,
quieres tener una vida bonita?, le pregunté, seria, mirándola a los ojos. Ella
dijo, casi susurrando, sí. Era, por supuesto, un “sí” para que me callara y me
fuera… Pero insistí. ¿Quieres o no?... Sí, dijo un poco más fuerte. Subí algo
la voz y volví a preguntar, ¿De verdad quieres?. Sí. Dijo, ya en tono más
normal.
“¿Si
alguien te dijera que le gusta una película con esa convicción, ¿le creerías?”...
“Ay Maidi, ya, déjame, gracias, pero suficiente por hoy”… “No. No es
suficiente. Dime, ¿quieres tener una vida bonita?”. “Sí”, contestó. Y en su
tono, por fin, ya se sentía algo de fuerza.
“Necesitas
convencerte en serio y para eso, una manera fácil, es convencerme a mí. A ver,
véndeme que sí quieres una vida bonita”. “Ya, sí, sí quiero una vida bonita”, procurando
sin lograrlo disfrazar lo apestada que estaba conmigo. “¿Lo comprarías?”,
pregunto... Silencio.
“Cata,
imagínate que estás en el teatro y hay función, y tu papel es una enfermera que
cuida a un herido de guerra, de 20 años, que está desilusionado del mundo y que
no quiere alimentarse ni tomar remedios porque este mundo no vale la pena. Y
tienes que darle ganas”… Entonces algo pasó…
Mi
amiga se levantó y por fin le salió lo buena actriz que es –su profesión- y
comenzó a inventar, despacio, un diálogo donde le decía al tipo que era joven,
lindo, que podría conocer una mujer… Yo le hacía preguntas para potenciar el
parlamento. ¿Él tenía alguna niña que le gustaba antes de enlistarse? ¿Un lugar
al que le gustaría viajar? Etc. y de a poco fuimos armando una historia, nos
reímos y las ganas fueron llegado al
moribundo…
Cuando
la cosa ya estaba sólida, ataqué: “Ok y ahora dime tú si quieres tener una vida
bonita”. Y ella dijo sí, calmada, procesando eso en serio, ya no por
complacerme. Agregué:
“Eso
es un compromiso. Primer paso. Fundamental. Pero no es suficiente. Nadie
adelgaza o se compra una casa porque dice que tiene un compromiso. El
compromiso orienta… pero se necesita trabajo. Te diría que diseñemos un plan, te
ayudaría incluso, pero no creo que sea lo que debes hacer ahora. Estás
descompensada, débil. ¿Y qué se requiere en estos casos?... Reposo y cuidado,
con sopa de pollo para el alma.
Organiza
tus cosas para tomarte unos días para descansar, dibujar el mapa de tu vida y conversar
con tu corazón. Convéncelo al cien por ciento para emprender la ruta por y
hacia una vida bonita. Y asienta el compromiso en el centro de tu ADN.
No
es fácil y puede no ser tan rápido. Quizá te convenga acompañar el proceso con
una terapia o algo, reflexiona al respecto, a ver si te hace sentido. Luego
podrás diseñar tu plan. No ahora. No es el momento y no tienes las herramientas”.
La
Cata se había calmado, por primera vez en la velada sonrió con esperanza. “Ya, ahora
sí es suficiente por hoy”, le dije, y la abracé. Me agradeció, la ayudé a
acostarse y me fui.
Echada
en mi cama, sintiendo el olor a tierra mojada del patio y la brisa que entraba
por la ventana de mi casita de ladrillos y madera… Me sentí bien por ayudar a
mi amiga, y en secreto, por, sin querer queriendo, también ayudarme a mí.
No
le conté a ella sobre mi pena por “Sheldon”, y agradecí poder pasar tormentas
en un lugar tan lindo como el mío. (Ahí recordé a la María, y amé tener a esa
maravillosa nana que me deja todo tiqui taca –ultra mega importante para una maniática
como yo-, y cuando me ve triste, a veces, incluso hasta me deja flores y kuchen
de manzana… light, por si, obvio).
El
asunto es que yo también tengo que ponerme valiente. Ver, sin benevolencia, el
mapa de mi vida y decidir una ruta, antes que me embauque sin retorno por el
mal camino. Quise visualizar mi mapa y todo lo vi negro, me vino entre pánico y
parálisis… Mal. Me di cuenta que fue mucho más fácil hacerlo con la Cata. Pero
también concluí que si pude con ella, podré conmigo.
Asumí
que lo de mi amiga fue un excelente entrenamiento, que salí bien parada y que si
no la tengo, me tendré que inventar la valentía, pero debo enfrentar mi propio
proceso. Y ahí sentí como una lucecita en el pecho, que tenía cara de algo como
ser la primera piedra…
Tal
vez me cueste y me demore, pero sé que voy a hacer mi mapa, porque es el único
modo que se me ocurre para ir hacia un destino lleno de sol (así tiene que ser
para mí, que me gusta el verano). Y ahí recordé algo de “El secreto”, eso de
que uno tiene que sentirse como si ya tuviera lo que quiere.
Acto
seguido, me imaginé en una playa luciendo un bikini azul bello y minúsculo,
tipo el de las modelos de Victoria Secret, y por supuesto con un cuerpo
tonificado y sin celulitis. Me veía increíble en mi alucinación. Sonreí y pensé
que un destino así motivaba para hacer el mapa.
De
alguna manera ahora tenía menos parálisis y miedo, y a su vez, más confianza en
que podía ser bueno, así que me dieron ganas de empezar a dibujarlo. Fue mágica
la visualización. Decidí que voy a usar ese método más seguido.
Sentí, entonces, fuertemente, que aunque en el momento no parezca, y uno se sienta peor
imposible, en general, en serio, casi todo tiene solución… y a veces, hasta algo que parecía el fin, se transforma, curiosamente, en beneficioso...
U ahí me acordé, como ejemplo, de la escena de la Cameron Díaz cuando canta en "La boda de mejor amigo"... Donde la joven novia rubia no puede estar más aterrada de tener que hacer algo que hace espantosamente, pero al final igual se atreve, y de algún modo raro aparecen otras cosas... Como que se ríe de lo mal que lo hace, que baila... Y de la nada, aparece el factor X que termina encantando a todos... ¿¿¿Hasta a ella misma!!!...
Volví a pensar en la Cata, en "Sheldon".... y de adentro me vino la convicción de que, en verdad, la mayoría de las veces, no hay mal que por bien no venga... y con esa sensación tranquilizadora, me dormí.
*El video de arriba es la canción de Holden, dès demain (desde mañana). La puse porque sentí que identificaba en gran parte, en letra y música esa sensación de querer hundirse o alejarse.
*Lo de la visualización me parece interesante, aquí un artículo sobre eso que me gustó: