domingo, 3 de julio de 2022

Negligencia imperdonable

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¡Ay que hace tiempo que no venía por estos lares! De hecho hasta me había olvidado las contraseñas para entrar al blog y no fue nada fácil encontrarla (y después un buen rato)  pero, bueno, heme de nuevo aquí. Y me tomé la molestia de hacerlo, porque, es que tenía, tanta, pero tanta rabia, que si no venía a contarlo iba a explotar. (Ja, pienso en lo que acabo de escribir, y pareciera que hasta ahora no decía nada porque todo ha sido Zen, y obvio que no, y que lo voy a decir es una bomba nuclear de racimo y, por supuesto que tampoco, en fin, mejor me largo y ya).

Resulta que el finde pasado, ese que hacía un frío de calarse los huesos, tipo ocho de la noche, o sea, oscuro y tardecín ya para un domingo, y ultra helado, figuraba yo echadita en en mi cama, tapada, con estufita y guatero, viendo una película romántica perfecta para el día y el ánimo cuando suena el teléfono fijo de mi casa. 

O sea, el que sólo mantengo para emergencias, sobre todo por mis papás, y que prácticamente son los únicos que lo tienen y muy de vez en cuando lo usan en vez del celular. Así que, obvio, me asusté y contesté ipso facto, pero no eran ellos, era la Sofi, llorando histérica que la iban a llevar a la cárcel porque decían que había robado, que por favor la ayudara y hablara con el guardia. 

Casi me viene un ataque, desde el pelo hasta la uña de la pata, de puro imaginarla a ella en esa situación. Todo era, por supuesto, una equivocación de marca mayor, pero la Sofi, totalmente fuera de sí, no podía hilar una frase coherente para decirme qué pasaba y le da el celu al guardia (quería prender la cámara pero yo estaba en el fijo, por lo que era inviable, gracias a Dios, porque todo tiene un límite y aparecer en público con cara de pijama es uno de los míos). En fin, la escucho diciéndole al tipo "ella es mi abogada," y el pobre hombre, sin saber mucho qué hacer, toma el teléfono y, ante mi pregunta, y con su acento caribeño, me explica.

"Mire, señorita, lo que pasa es que aquí su amiga salió y sonó la alarma de una ropa que llevaba en su cartera ¿sabe?. Ella dice que pagó todas las cosas, pero no tiene la boleta. Y eso lo tiene que ver con Servicio al Cliente pero ya cerró. Me dice que yo mire las cámaras, pero yo no tengo acceso a eso. Y a mí me pagan para que, cuando estas cosas ocurren, yo detenga a la gente y llame a la policía, y eso estoy haciendo. Hasta ahí llega mi trabajo. En todo lo demás, no me meto".

Entonces la Sofi, me dice: "Maidi, te juro que yo pagué todo, le mostré la notificación en mi celular al guardia, que indica hora, monto y lugar, pero no hay caso, que no es boleta, que no le sirve, que hable con la Policía y no hay quién lo saque de ahí. Maidi, ¿cómo me voy a ir presa por algo así?" me preguntaba la pobre Sofi, angustiadísima. 

Por supuesto, con un poco de calma y paños fríos, todo se solucionó, al menos temporalmente. Alguien llegó y habló conmigo y llegamos al acuerdo que la Sofi no podría llevarse las cosas en ese momento pero que al otro día podría ir a Servicio al Cliente y explicar lo ocurrido y, con las cámaras, se podría aclarar todo. Le dije a la Sofi que sacara fotos de las cosas y le pidiera los datos al guardia. 

No le hizo gracia a mi amiga querida quedarse sin sus compras, pero se alivió que no la detuvieran. Le ofrecí que viniera a mi casa pero ella, lógicamente, sólo quería irse directo a su cama, tomar sopa y abrazar a su marido. (Me alegré, para decir verdad, así yo podía seguir con mi peli. Y, para ser totalmente sincera, también me dio un poquito, chiquitito sí, de envidia, cuando me habló del Manu, porque si yo necesitara apañe, pues me las tengo que bancar solita no más).

En fin. Al día siguiente llamé a la Sofi. Ya estaba más tranquila pero, me dijo, no le daba la guata aún para abordar el tema. "De puro pensarlo, me pongo entera turuleca, Maidi". Le ofrecí acompañarla cuando se decidiera. Pasaron un par de días, hasta que me contactó mi amiga.

Yo estaba con teletrabajo esa tarde (bueno, como casi siempre desde la Pandemia, la verdad). Y me cuenta que todo mal con lo del mall, y que si, por favor, nos podemos ir a tomar un café. Así que me animé y salí de la casa. Fuimos a esa pastelería tan rica que está en Tobalaba cerca de Eliecer Parada. Y ahí me contó toda la historia.

Resulta que mi Sofi amada había dejado su pega para quedarse con los niños en la Pandemia. Y en la casa subió de peso y ya nada le cabe, así que buzo mañana , tarde y noche. Pero, como las cosas se medio normalizaron, empezó a buscar pega de nuevo y tenía una entrevista, por lo que necesitaba un par de pilchas adecuadas. Me confesó, la pobre, que lo que antes era una cosa trivial, comprarse ropa de vez en cuando, se había convertido en una pesadilla. 

Le carga mirarse al espejo, hay pocas tallas para ella, no quiere probarse y que no le quede porque le baja la depre, y las pocas veces que la ropa le gusta y le cabe, suele ser un precio que le da vergüenza cargar en la tarjeta que ahora paga el Manu. 

"Él es un ángel, jamás me reclamaría, pero hay una cosa como de pudor. Yo, tú sabes, Maidi, nunca tuve atado en comprarme una chaqueta de 100 lucas, total para eso me gané la plata, para gastarla como se me cantara, pero otra cosa es cuando uno se gasta en ropa cara el sueldo ajeno". 

En fin, en virtud de todo eso, comprar ropa, para la Sofi, es un tema largo y complicado. Y ese domingo, urgida por la entrevista, por fin, se hizo el ánimo y fue a ese mall. Estuvo varias horas en la funcia del probador, seleccionar y demás. Y, fuera de todo pronóstico, se quedó con tres o cuatro prendas, y no sólo con una o máximo de dos, como era lo habitual para ella. Y fue a pagar y había cola, y se dio cuenta que varios módulos de ropa, de esta gran tienda, estaban cerrando, por lo que debía apurarse. 

Empezó a buscar otra caja y en eso, vio las autoservicio, una estaba desocupada. No las había usado nunca. Pero ¿qué tan difícil podría ser? y puso sus cosas al lado de la computadora y apretó un botón para seguir las instrucciones de la pantalla. 

Tenía que buscar la etiqueta, ponerla bajo un lector de código de barra, no siempre ese trámite funcionaba rápidamente. Empezó a haber cola detrás de ella. El parlante anunció que la tienda cerraría en 10 minutos. Ella siguió. Apretó "elegir medio de pago", seleccionó su tarjeta y puso su clave. La tienda cerraría en cinco minutos, volvió a anunciar el parlante. 

La gente detrás de ella no le decía nada, pero la Sofi sentía su presión. Ella, nerviosa, siguió haciendo lo mismo con las otras prendas lo más rápido que pudo, hasta que terminó pero, no tenía bolsa donde poner las compras. Empezó a buscar, una rato que pareció eterno. El parlante otra vez, que habían cerrado, que los esperaban al otro día.  En eso vio unas bolsas de papel, chicas y con roturas, pero igual, era mejor que nada. Puso una par de cosas ahí, porque no cabía todo y dos cosas en la cartera, para no llevarlas en la mano y fue a la puerta.

Era la última persona o casi. Y al salir, sonó la alarma. Ni se le había pasado por la mente el tema de sacar la alarma. Ni siquiera sabía que no se desactivaba sola, tras pagar. Le dijo eso al guardia, quien creyó que ella se estaba burlando. El guardia le dijo que dejara las cosas. Ella, blanca, las dejó, pero le mostró el celular con la notificación del pago de la tarjeta. 

El guardia ni miró, le dijo que mejor se fuera, que estaban cerrando y que mañana podía ver el tema en Servicio al Cliente. La Sofi, sin pensar, derrotada, avergonzada hasta mucho más allá de la médula, iba saliendo, cuando una alarma volvió a sonar... No entendió hasta que recordó las cosas en la cartera. El guardia le dijo que la tenía que detener. 

Ella, desquiciada, comenzó a explicarle que era un error y tal. Pero no había nadie que la ayudara, estaban bajando las persianas, y en un acto de lucidez me recordó y empezó a llamarme como enajenada (de hecho, después vi, y tenía 20 llamadas perdidas en 5 minutos, pero claro, yo veía peli con celu en silencio). Y como yo no contestaba, llamó al teléfono de mi casa de infancia, que se sabía de memoria desde el colegio, habló con mi mamá y ella le dio mi fijo. Chuta, le digo, que atroz, ahora comprendo todo. Pero ¿y qué pasó hoy, cuando fuiste a reclamar? La Sofi hizo una pausa y respiró. Tomó un sorbo de su mokka y prosiguió.

Fue al Atención al Cliente del mismo al mismo mall y gran tienda. Hizo cola. Le atendió una niña de pie, tras una mampara. La Sofi le explica, la niña no la mira. Escribe en el computador. Cuando termina su relato, la Sofi le pide que por favor revisen las cámaras para verificar que ella sí pagó y le devuelvan sus cosas. La niña responde "Necesito la boleta". 

La Sofi, irritada, le muestra la notificación de compra desde su celular. La chica de Atención al Cliente le dice que eso no es boleta. La Sofi no entiende ¿cómo que no es lo mismo? ¿La mandan por email o cómo?... Alegan un rato y la niña, con cara de harta, en algún minuto le dice "la boleta se imprime en la caja autoservicio, señora". Entonces la Sofi queda en silencio.

"Maidi, recién ahí recordé que, cuando estaba en la Caja comprando, vi ese botón un momento, pero desaparecía al poquito después de pagar. Y yo tenía que pagar varias cosas, y me costaba y estábamos todos apurados y nerviosos porque iban a cerrar. Y cuando terminé de pagar  lo último, la niña de atrás mío se metió altiro a la Caja, para alcanzar, y yo olvidé por completo el tema de la impresión y empecé a buscar la bolsa para no andar con todo en la mano.  

De verdad, no puedo entender cómo no te ponen el botón de imprimir en rojo o algo para que lo aprietes y, además, cómo no te advierten que de no hacerlo te caerán las penas del infierno. Era tan fácil. En fin. Ahí le digo que entonces no la tengo. Pero que sí pagué, como puede ver en mi celular y que quiero mis cosas. Y entonces round dos.

Resulta que me explica, con tono como si yo fuera imbécil, que los registros de las cámaras se borran cada 24 a los más 48 horas. Sólo se conservan los que se solicitan expresamente y para cosas legales, "Así que ya no están y usted debió venir al día siguiente a primera hora y hacer una petición formal de la grabación. Porque aquí a nadie le pagan para que revise cada minuto. De modo que yo ya no la puedo ayudar en nada más".

En un intento desesperado le insisto, ya más rebajada imposible, "Señorita, le estoy mostrando que pagué, está el cargo en mi tarjeta, sale el día, la hora, el lugar y el monto. Y yo no me llevé nada de esto. Aquí está la foto de que me lo requisaron. Y se lo puede confirmar el guardia, tengo el nombre. Entonces ¿qué tengo que hacer para que me devuelvan mis cosas?".

Y ahí, esta niña, que parecía una sulfurada contenida, me dice: "Señora, cómo le explico que lo de su celular a mí no me sirve. Su notificación sí indica que alguien con una tarjeta compró esas cosas ese día, en este lugar. Pero no implica que haya sido usted, aunque la tarjeta sea suya. Tampoco implica que esas cosas no hayan salido de la tienda, al margen de la foto y de preguntarle al guardia. Porque no tenemos la hora de la foto y porque sería la palabra del guardia y la suya, pero sin evidencia. A quien, aunque ubicáramos, lo que no es tan inmediato porque los guardias los ve una empresa externa y además la gente de los domingos es temporal, no serviría de nada, como le digo. 

Por último, es responsabilidad del cliente conservar la boleta y comprobar que se sacaron las alarmas. Si usted hubiera hecho eso, no estaría aquí. Yo no le puedo ayudar más, si quiere haga un reclamo por email o vaya al Sernac".

Y chan. Escribí un email y al Sernac pero obvio que no va a servir, si no tengo boleta y no hay cámaras no tengo cómo probar que compré lo que compré y que no me llevé nada. Así que me quedé sin las cosas, sin la plata, sin la pinta para la entrevista, me trataron de ladrona, pasé la vergüenza de mi vida y resulta que todo fue "por mi responsabilidad". 

Maidi, nunca supe que era imperativo imprimir la boleta, cuando ahora todo te llega por email por el medioambiente. Nunca supe que era uno el que le debía sacar las alarmas a las cosas. Tampoco sabía que era más de una ni cómo se hace. Y, menos sabía, qué me podía  si no hacía todo eso. Yo creía que cuando se compra el tema se acaba con el pago, hasta ahí llegaba mi información... Porque siempre le he pagado a alguien, y esa persona la que entrega la boleta y saca la alarma. No es parte de lo que yo he hecho como cliente, durante toda vida. 

Y ¿Cómo lo de la trascendencia de la boleta y la alarma no sale en la pantalla al terminar la compra? ¿Cómo no hay letrero de advertencia o algo? ¿Y cómo no me dijeron la urgencia de ir al día siguiente por lo del borrado de cámaras? No te puedo explicar mi impotencia".

Quise hacer algo legal pero la verdad no es mi área y le ofrecí a mi amiga indagar con alguna colega, peor me dijo que no. Que prefería perder la plata y no seguir además perdiendo el tiempo y la energía. Además, ya la entrevista había sido (aún no sabe cómo le fue). 

Terminamos de patear la perra con la Sofi. La abracé y nos despedimos. Pero me quedé tan enojada con lo que me contó. Porque es cierto que es importante saber cómo hay que hacer algo, en este caso, cómo se compra. Pero es muy relevante, además, que la gestión se cierre debidamente y que haya claridad al respecto. 

En este caso, la impresión de la boleta y qué te la pueden pedir a la salida; sacar las dos alarmas de cada prenda y cómo; y que, si tienes algún problema y quieres cámara, se debe pedir de inmediato, y ojalá en persona (para que no te respondan cuando ya es muy tarde) para evitar que se borren las imágenes probatorias. Todo eso el cliente debería saberlo. 

Pero la Sofi no lo sabía, ni yo, y dudo que la mayoría de la gente en Chile lo sepa. ¿Cuántos problemas nos causa que la información sea incompleta y que no se diga las consecuencias que, aquéllo que no se dice, puede traernos? Una negligencia imperdonable del retail. Pero ¿sólo del retail?...

Menos mal que yo redacto los contratos bien amarrados, para que se sepa bien  que si A, entonces B, y considero siempre varios escenarios posibles y una opción ante la eventualidad de que algo no considerado ocurra. Oye, la de problemas que uno se evita tan sólo teniendo claro que la ley de Murphy se mete en todas partes y es más vale estar preparado y, mejor aún, no exponerse.

lunes, 16 de marzo de 2015

El mapa de la vida




La Cata estaba en calidad de cadáver, la verdad. “Se me quebró el alma”, me dijo, con voz de ultra tumba, y de puro mirarla sentías que era cierto. (Además, como no se maquilla, se potenciaba la imagen. Mal.). Quise aconsejarla y le dije que no era el fin del mundo, que tenía todo para encontrar el amor correcto…  y cosas así. Pero ella lloraba, lloraba y lloraba… No se podía poner de pie. Se me arrugó el corazón.

La encontré sentada en el piso, oscuro, tiritando… La pobre no tenía fuerza ni para comer o tomar agua. Le dije que no hay mal que por bien no venga (y lo primero que pensé, es que con el mal de amor se pierde peso fácilmente y sin pasar hambre. Algo bueno que sea… que la dura no es menor, porque ¡cuesta tanto adelgazar!).

Le sugerí que fuera a dar una vuelta a un parque que no conociera, sólo por ir y conectarse con visiones distintas. O que se tomara una micro a cualquier parte y que se fijara en la gente, en qué hacen, cómo se mueven y mirara por la ventana, porque muestra que la vida está llena de otras cosas… etc.

(Me arrepentí al segundo, porque podría irse a un lugar feo, apiñada y hasta podían asaltarla!!!! O sea, depresión al cuadrado asegurada. No way!!!). No alcancé ni a decirle que mejor no… Ella me balbuceaba “ok”, pero con la mirada perdida… Yo estaba en otra galaxia para ella. Una dónde sólo cabía un silencio mortuorio y sus lágrimas. 

Yo le hablaba, tratando de volverla a la tierra, pero ella callaba casi todo el tiempo… sólo de repente decía “Maidi, sólo quiero hibernar o morirme, no me da ni para levantarme de aquí”… Jevy. Tu amiga está ahí más que deshecha y una no sabe qué hacer. Y entonces, no sé de dónde, me vino la iluminación.

(Yo creo que de los ejercicios de la Pineal que aprendí en el retiro mapuche al que me llevó la Ava… Fue divertido esa vez. Ella me dijo: “Oye Maidi”, vamos, la pacha mama la lleva. Te conectas contigo a nivel atómico y, ¿cómo sabes, si, de paso, también con un machi… tipo macho… y si hay suerte, hasta puede ser alfa?... Me convenció). El asunto es que en ese momento decidí que le hablaría a la Cata de lo que yo llamo el “mapa de la vida”.

Quería zamarrearla pero no era el minuto. La abracé. Me paré. Fui a buscar agua y se la di. La dejé sola. Mientras, le di una manito de gato a su casa. (No estaba hecha un asco, menos mal. Pensé que la depre se alivia su resto si estás en lugar ordenado y limpio. O sea, si no, además de todo, ¿¿¡¡hay que lavar platos y sacar la basura??!!!… Qué lata!!!!).

Imagen de esta página, muy buena.
Así que saqué el polvo, guardé la ropa tirada, revisé el refrig. Le hice algo para comer (una ensalada. Rico, rápido y light). Cuando el entorno estuvo ok, la fui a buscar. Le dije, cariñosamente, “ya mi querida, levántate”. Logré que se lavara la cara y que comiera… Una vez calmada, le mostré la casa perfecta y le cité la extensión del principio de correspondencia del kybalion, “como es adentro, es afuera”.

Le dije que el entorno era un reflejo de su vida, y que si ponía armonía afuera, por mucho que tuviera la pelotera adentro, habría algo que empezaría, de a poco, a poner las fichas en los lugares semejantes a nivel interno…

Ella estaba ida… pero a veces, algunas de mis palabras, yo percibía, la tocaban... Cuando sentí que ya estaba bastante “presente” le salí con lo del mapa.

“Cata, te veo y  puedo sentir los pedacitos de tu alma cortándote lo que queda de tu integridad. Yo me sentí un poco así cuando me separé del Nico, ¿Te acuerdas?. Me acabas de decir que sólo tienes ganas de hibernar o de morirte…

Lo comprendo y solidarizo. Perfectamente. ¿Cómo no hacerlo?. Pero hay que  poner pausa y reflexionar. Y este es el momento, porque sea lo que sea que hagas, incluso no hacer nada, será una decisión… y en el primer tiempo se asienta”.

Ella me miraba y era como cuando, siendo bilingüe, ves una película en inglés australiano...  Todo se distorsiona. Pensé en detenerme en esta parte y explicarle mejor, pero decidí que no, igual como en el cine. Y continué:

“Mira, en este minuto, estás en este punto de la línea de la vida -y lo dibujé en el aire-. Tienes un pasado, un presente y un futuro. Y el futuro va a venir igual, lo quieras o no. Con o sin el dolor de la puta madre que tienes ahora y que no te deja respirar. ¿Cierto?” –Ella, por primera vez, se conectó conmigo, y asintió con la cabeza-.

“Ok”–proseguí-. Lo bueno del futuro, es que no está determinado por completo. Puedes influir. Hay algunas opciones… y la gran pregunta es cuál tomar, para eso el criterio es identificar las consecuencias de cada una de ellas. Piénsalo como un mapa, el mapa de la vida. Ahí hay puntos cardinales y se pueden vislumbra algunas rutas que llevan a cada uno.

Cuando vas a la deriva, igual que el viento y las olas a un barco débil en aguas turbulentas, la vida te conducirá a un puerto. O sea, llegarás igual a algún lugar. El asunto es si tú eliges el destino y la ruta, o ellos te eligen a ti. Ya sé que te gustaría irte por la tangente, sin pasar por la navegación tortuosa, pero esa alternativa, apagarse y prenderse cuando la tormenta pasó, es ficción, no existe en la realidad.

Es como enfermarse. Tú te enfermas y si decides no hacer nada, la enfermedad sigue su curso igual –ella elige por ti-. Y sí, puede puede ser que mágicamente te sanes, pero eso también lo eligió tu cuerpo, no tú. El punto es que tú siempre decides si hacer algo o no. Y en general es mejor hacer algo, por que si no probablemente será peor.

La Cata ahora sí estaba conmigo, ahí agregué, enfática: “Y así se viene la mano: Escenario uno. Seguir llorando, tratar de no pensar –pero pensando todo el rato por supuesto-, y echarte a morir. Por ejemplo, no levantarte, porque no tienes ganas, no comer, no nada”. A mi amiga ahí le vino otro ataque de llanto.
Yo sabía, esas palabras eran como sacar un tapón a una pena enorme y forzadamente oprimida. Pero la dejé llorar sólo un poco, y seguí, sentía que era importante hacerlo.

“Veamos las consecuencias de eso- continué- ¿Te acuerdas que te conté de la peli “Post coitum animal triste?”… Ya. Esa conducta del “no quiero nada, nada” te genera el escenario de la protagonista. O sea, tu casa asquerosa, llena de platos sucios y bichos, sin comida, hasta quizá te cortan la luz por no pago. Y para más remate, tú andas hedionda por no bañarte y no tienes ni una pilcha limpia que ponerte.  You got it?... Y…. ¿Qué pasa?…

En un minuto, como todo tiene un límite, decides levantarte. Ves ese entorno y… Obvio….¡¡¡¡Te deprimes de nuevo!!!!… Eso implica que ahora estás el doble de triste. Ergo, te cuesta el doble o más decidirte a levantarte y un esfuerzo descomunal para ordenar y limpiar… Resultado, no te da. Y sigues vegetando ahí por días, y aunque parecía imposible, todo empeora.

Un día te da para bañarte. Otro para pasar la aspiradora. Y así. De a poco va mejorando, pero es eterno. Si lo miramos en términos económicos, es nula la rentabilidad. No hay nada en el refri ni en la despensa. Y nada limpio. Un caos por donde lo veas. Objetivamente, no es un buen destino ni una buen ruta, darling…

Así que si no quieres transitar por ahí, tienes que armar un plan para que eso no pase. Ya sé que crees que no tienes ni un cuarto de neurona ahora para armar ningún plan, pero te aseguro que sí, yo te voy a ayudar a encontrarla”.

“Maidi, gracias, pero estoy cansada. Dejémoslo hasta aquí ¿ya?” , me dijo la Cata. Con un agotamiento en la voz que era como si hubiera corrido la maratón. Yo estaba tentada de hacerlo, pero por alguna razón rara sabía que debía seguir, y lo hice.

“No, Cata. Me vas a escuchar un poco más. Escenario dos. Me dijiste que querías hibernar o morirte. Ok. Veamos. Existen experimentos para la hibernación humana. Supongamos que puedas acceder…

Hay que hacer gestiones. Investigar cómo, etc. Porque no es un asunto que “ocurre” biológicamente con los humanos, como las ganas de hacer pipí. Ergo requiere esfuerzo y harta plata seguramente… Y dada tu cuenta corriente… descartado. Escenario tres, morirte”.

Y ahí le surge otro ataque de llanto a mi amiga y yo, haciendo de tripas corazón, para no quebrarme también, como sentía que era importante lo que le decía, seguí. “Ya. Cata, sé que la muerte parece la solución. Todo parece que se acaba”. Ella me miró con ojos de un alivio tan anhelado que tuve que respirar profundo y tomar agua para mantener la cabeza fría y el foco de la conversación.

“Veamos. Si en verdad piensas en la muerte como solución, es porque no te gusta tu vida, y sientes que no la puedes cambiar, así que no vale la pena seguir tratando. Eso significa que debes poner un esfuerzo en diseñar tu suicidio. O sea hay energía involucrada, porque tampoco eso “ocurre” solo. Le lleva pega. ¿Vas a invertir tu tiempo en eso en vez de diseñar un destino bonito?

Además, sabes que le dejarás un hoyo en el corazón de pena y de culpa a tus amigos y a tus padres, quizá mayor que el que tienes ahora. Y, como si fuera poco, morirse sale una fortuna, y me dijiste que tus papás quieren ir a ver a tu hermana cuando nazca la guagua, a Holanda.

¿Les vas a hacer gastar los ahorros para eso a tus padres en funeral y cosas así, y de paso arruinarles el viaje que quieren hacer hace 3 años, y además vas a poner a tu hermana en la posición de venir o no, pese a que estará con una guagua chica, con lo que eso significa? ¿Te vas a hacer la lesa con todo eso? ¿Puedes?”. “Maida, córtala con eso, era un decir, si sabes que no me voy a matar”… Me dijo, media enrabiada. Ya estaba volviendo en sí. “Ok”, respondí, felicitándome por dentro.

“Sigamos”. “No, Maidi, please, dejálo”. “No. Sigamos.Es importante”, insistí. Y continué. “No te puedes matar, no puedes hibernar, seguir no pensando en la huevá  no es posible y pegada no es rentable… ¿Entonces? Primera opción o ruta, mantener el status quo, o sea donde estás. Vale decir sentirse atrapada sin salida, quejarse, seguir llorando… y, por efecto directo, aumentar lo peor.

Segunda opción. Decidir que no quieres vivir vegetando de esa manera. Y, luego, que sí quieres vivir una vida bonita, que te guste. Que eso es mejor que echarse a morir, que suicidarse y que seguir dónde estás. O sea, paso cero: decisión de elegir una vida que valga la pena. ¿Quieres eso?”... La Cata lloraba. No era capaz de hablar. Era el momento clave. Yo lo sabía.

¿Cata, quieres tener una vida bonita?, le pregunté, seria, mirándola a los ojos. Ella dijo, casi susurrando, sí. Era, por supuesto, un “sí” para que me callara y me fuera… Pero insistí. ¿Quieres o no?... Sí, dijo un poco más fuerte. Subí algo la voz y volví a preguntar, ¿De verdad quieres?. Sí. Dijo, ya en tono más normal.

“¿Si alguien te dijera que le gusta una película con esa convicción, ¿le creerías?”... “Ay Maidi, ya, déjame, gracias, pero suficiente por hoy”… “No. No es suficiente. Dime, ¿quieres tener una vida bonita?”. “Sí”, contestó. Y en su tono, por fin, ya se sentía algo de fuerza.

“Necesitas convencerte en serio y para eso, una manera fácil, es convencerme a mí. A ver, véndeme que sí quieres una vida bonita”. “Ya, sí, sí quiero una vida bonita”, procurando sin lograrlo disfrazar lo apestada que estaba conmigo. “¿Lo comprarías?”, pregunto... Silencio.

“Cata, imagínate que estás en el teatro y hay función, y tu papel es una enfermera que cuida a un herido de guerra, de 20 años, que está desilusionado del mundo y que no quiere alimentarse ni tomar remedios porque este mundo no vale la pena. Y tienes que darle ganas”… Entonces algo pasó…

Mi amiga se levantó y por fin le salió lo buena actriz que es –su profesión- y comenzó a inventar, despacio, un diálogo donde le decía al tipo que era joven, lindo, que podría conocer una mujer… Yo le hacía preguntas para potenciar el parlamento. ¿Él tenía alguna niña que le gustaba antes de enlistarse? ¿Un lugar al que le gustaría viajar? Etc. y de a poco fuimos armando una historia, nos reímos y las ganas fueron  llegado al moribundo…

Cuando la cosa ya estaba sólida, ataqué: “Ok y ahora dime tú si quieres tener una vida bonita”. Y ella dijo sí, calmada, procesando eso en serio, ya no por complacerme. Agregué:

“Eso es un compromiso. Primer paso. Fundamental. Pero no es suficiente. Nadie adelgaza o se compra una casa porque dice que tiene un compromiso. El compromiso orienta… pero se necesita trabajo. Te diría que diseñemos un plan, te ayudaría incluso, pero no creo que sea lo que debes hacer ahora. Estás descompensada, débil. ¿Y qué se requiere en estos casos?... Reposo y cuidado, con sopa de pollo para el alma.

Organiza tus cosas para tomarte unos días para descansar, dibujar el mapa de tu vida y conversar con tu corazón. Convéncelo al cien por ciento para emprender la ruta por y hacia una vida bonita. Y asienta el compromiso en el centro de tu ADN.

No es fácil y puede no ser tan rápido. Quizá te convenga acompañar el proceso con una terapia o algo, reflexiona al respecto, a ver si te hace sentido. Luego podrás diseñar tu plan. No ahora. No es el momento y no tienes las herramientas”. 

La Cata se había calmado, por primera vez en la velada sonrió con esperanza. “Ya, ahora sí es suficiente por hoy”, le dije, y la abracé. Me agradeció, la ayudé a acostarse y me fui.

Echada en mi cama, sintiendo el olor a tierra mojada del patio y la brisa que entraba por la ventana de mi casita de ladrillos y madera… Me sentí bien por ayudar a mi amiga, y en secreto, por, sin querer queriendo, también ayudarme a mí.

No le conté a ella sobre mi pena por “Sheldon”, y agradecí poder pasar tormentas en un lugar tan lindo como el mío. (Ahí recordé a la María, y amé tener a esa maravillosa nana que me deja todo tiqui taca –ultra mega importante para una maniática como yo-, y cuando me ve triste, a veces, incluso hasta me deja flores y kuchen de manzana… light, por si, obvio).

El asunto es que yo también tengo que ponerme valiente. Ver, sin benevolencia, el mapa de mi vida y decidir una ruta, antes que me embauque sin retorno por el mal camino. Quise visualizar mi mapa y todo lo vi negro, me vino entre pánico y parálisis… Mal. Me di cuenta que fue mucho más fácil hacerlo con la Cata. Pero también concluí que si pude con ella, podré conmigo.

Asumí que lo de mi amiga fue un excelente entrenamiento, que salí bien parada y que si no la tengo, me tendré que inventar la valentía, pero debo enfrentar mi propio proceso. Y ahí sentí como una lucecita en el pecho, que tenía cara de algo como ser la primera piedra…

Tal vez me cueste y me demore, pero sé que voy a hacer mi mapa, porque es el único modo que se me ocurre para ir hacia un destino lleno de sol (así tiene que ser para mí, que me gusta el verano). Y ahí recordé algo de “El secreto”, eso de que uno tiene que sentirse como si ya tuviera lo que quiere.

Acto seguido, me imaginé en una playa luciendo un bikini azul bello y minúsculo, tipo el de las modelos de Victoria Secret, y por supuesto con un cuerpo tonificado y sin celulitis. Me veía increíble en mi alucinación. Sonreí y pensé que un destino así motivaba para hacer el mapa.

De alguna manera ahora tenía menos parálisis y miedo, y a su vez, más confianza en que podía ser bueno, así que me dieron ganas de empezar a dibujarlo. Fue mágica la visualización. Decidí que voy a usar ese método más seguido. 

Sentí, entonces, fuertemente, que aunque en el momento no parezca, y uno se sienta peor imposible, en general, en serio, casi todo tiene solución… y a veces, hasta algo que parecía el fin, se transforma, curiosamente, en beneficioso...

U ahí me acordé, como ejemplo, de la escena de la Cameron Díaz cuando canta en "La boda de mejor amigo"... Donde la joven novia rubia no puede estar más aterrada de tener que hacer algo que hace espantosamente, pero al final igual se atreve, y de algún modo raro aparecen otras cosas... Como que se ríe de lo mal que lo hace, que baila... Y de la nada, aparece el factor X que termina encantando a todos... ¿¿¿Hasta a ella misma!!!...


Volví a pensar en la Cata, en "Sheldon".... y de adentro me vino la convicción de que, en verdad, la mayoría de las veces, no hay mal que por bien no venga... y con esa sensación tranquilizadora, me dormí.

*El video de arriba es la canción de Holden, dès demain (desde mañana). La puse porque sentí que identificaba en gran parte, en letra y música esa sensación de querer hundirse o alejarse.
*Lo de la visualización me parece interesante, aquí un artículo sobre eso que me gustó:  

martes, 3 de marzo de 2015

Sin Valentín







Imagen: de este link
Sábado morning, despierto temprano, hago mi café y me vuelvo a la cama a ver tele. 

Premio de mí para mí los findes. Y el zapping de rigor se detiene con un capítulo reciente de The Big Bang Theory, que me parece perfecto para una mañana light, así que lo veo, claro.

Ahí están Penny, Bernadette y Amy en un Aquelarre con vino tinto. 

En un minuto ven, y se medio burlan, de una peli ultra mega mala que hizo Penny actuando de gorila. Penny, pseudo apestada, busca en la web y descubre una participación muy ridícula de Bernadette en una concurso de Miss… video en el que la rusia de anteojos, por supuesto, no quiere que las otras se detengan, pero las chicas, obviamente, igual lo ven, y se ríen también de ella, evidentemente. 

Entonces, Bernadette, para salir del foco de atención, dice que Amy escribe en un blog sobre su relación con Sheldon…. Y  ahí la aludida dice “¡¡NO!!” y especifica que se trata de Amelia, una chica del siglo XVIII y su encuentro con Cooper…un viajero del futuro… Penny busca el blog y… Eureka!!!

Penny lee el blog a las otras dos para seguir con la onda de reírse de las unas de las otras… pero resulta que la historia las atrapa y entran en el ambiente romántico del relato… (que dice una cosa como así:)

"Algo para Amelia era diferente ese día… no sabía muy bien qué, el caso es que en la pradera encontró a un hombre, de piel de porcelana, medio dormido y con ropas muy extrañas… El hombre despertó. Se llamaba Cooper. Era un viajero del futuro. Hablaba de computadoras y otros temas increíbles… En un momento él le dijo si quería preguntarle algo…. Ella… Ella, la verdad, quería saber si su corazón (el de él*), latía tan rápido como el de ella, pero no se atrevió a preguntar… temía demasiado a la respuesta”…

Y ahí viene algo divertido… y la escena sigue ...

(Encontré la escena referida, subtitulada y todo, here -4 minutos-:)


Pero, en ese momento, mi cabeza le puso pausa a la tele, que seguía hablando, porque algo quedó ahí, en el aire, retumbando… Como la pluma de Forrest Gump. Que vuela, despacio, liviana… pero se acerca… Se acerca… Tranquila, rítmica…Se acerca… Hasta que te toca… Y entonces, inevitablemente, algo pasa...

En mi caso, no fue un cosquilleo suave y blanco, sino algo puntudo, que clavaba... Fuerte, hondo, justo al centro del pecho …Y ese contacto fue para mi cuerpo como una orden del más alto mando, y miles de lágrimas ineluctables empezaron a bañar mi cara, sin piedad. (Desmaquillada aún sí, menos mal).

Y una cosa llevó a la otra y recordé que hace poco fue San Valentín, y para variar el mío fue Sin Valentín

(Ya sé que es una cosa de marketing, que en rigor se conmemora una muerte, y que puede dar pie para película con fiesta "Anti San Valentín", con rito de "Rompe la Piñata" y todo... como esta catártica escena (0.45 sg.), cuando ella descubre que no estarán juntos ese día, no porque él deba realizar una cirugía médica urgente, sino porque tenía que irse a celebrar con su esposa*...).



Fuente de Imagen, aquí
Y sí, que te afecte puede ser hasta naïf, como la imagen de la derecha, etc. Lo sé. ¿Y qué?....

Para mí, estar desemparejada, again, para el día de los enamorados, no fue rico. Pero claro, como siempre, me hice la loca. 

Este año me invité al cine. (Mal, estaba lleno de cupidos rosados y demás símbolos por todas partes), y bueno escondí el tema, apelando a su desactivación. Lo logré. Y me relajé.

No contaba con que, una vez desprevenida, y en medio de una serie cómica de la tele, se me desataría la pena contenida, y encerrada bajo siete llaves, por, tontamente, querer más de la cuenta a alguien que no me elige. Y peor aún, que muy probablemente tiene a otra mujer. (Pero, tal como hace Amelia, la consigna es evitar las preguntas, si aterran las repuestas*).

Y menos imaginé que el asunto me sumergiría, como hizo, en un largo, largo llanto... Uno desbocado, incontrolable. De esos que te no te dejan respirar, como cuando vas en un rápido de río bravo. Obvio, la pena no es sólo, y quizá no principalmente, por soñar fantasiosamente, como Amy, con conquistar el arcano corazón de mi “Sheldon”.

O sea, creo que en general, sobre todo rondando los 40, a varios de los que estamos solos nos invade el pánico, porque sientes que, en lo que al amor concierne, estás viviendo los descuentos... Y que las cartas ya están echadas, que nada va a cambiar y ese escalofrío de certeza te susurra que si ya no resolviste ese tema, como que ya no fue...

O que debes conformarte con lo que venga... O empiezas a  encontrarle el lado lindo a lo que viene... Hasta que te supera... porque no te gusta lo suficiente!!!! Todo mal. Ahí te dices, para confortarte, que no es así, que nunca es tarde y cosas por el estilo, porque nadie quiere pensarse solo para lo que queda. Al menos nadie que yo conozca, partiendo por mí.

Y ese dolorcito de sentirme incapaz de tener, en serio, no un flirt, si no un compañero para la vida, persiste... Es un malestar que yo manejo con cierta expertise durante el año, pero el 14 de febrero se me agudiza, mucho…

Lo sé, así que, como buena abogada que soy, tomo las precauciones del caso (imbuirme en algo que impida pensar). Pero después me olvido, vuelvo al modo automático, poniendo play a mi vida…Como si el tema +1 no me importara.... Hasta que, en el momento menos pensado, la pena se detona y se extiende cuán laaaaarga es, y, en mi caso, eso ocurrió nada menos que con una escena de comedia televisiva. Patético. 


(Claro, esa, la solitaria, no es "la forma de mi corazón" y seguro tengo herramientas, tipo naipes de espadas y diamantes.... como en esta canción de Sting... pero, yo no sé cómo hacer un buen juego).

Sé que hay mil maneras de enfrentar esta situación: asumirlo, buscar web sites celestinos, bajar la vara (a mí, gracias a Dios -y claro a pilates, spinning y las cremas naturalmente-, invitaciones de galanes aún no me faltan, aunque hay cada espécimen la verdad... da para post).

También podría irme al Tibet o a la India en onda “Comer, beber y amar”, -o al Valle del Elqui por último, que debe ser más barato- a encontrarme conmigo misma, etc. Lo he considerado, para ser sincera. Pero de puro pensar en la energía a invertir para cada uno de esos proyectos, me agoto, y opto por darme vuelta en la cama.

En eso estaba, cuando recordé que hace poco fui a la Tienda Nacional, en Merced, a comprar un CD de 31 Minutos, para llevarle de regalo a los niños de mi amigui, radicada Europa, que está de visita por vacaciones en Chile. Ahí vi un libro cuyo título me dio mucha risa “Cuicoterapia”*.

Lo ojeé, leí lo de la cuica garabatera y lo encontré divertido, pero lo olvidé, hasta que en El Mercurio caché que estaba top en el ranking… Me dije "capaz que me sirva de terapia a mí", pero me daba una lata gigante levantarme, así que lo busqué en la tablet y llegué al blog de la autora... Me reí.

No resolví nada de lo importante, cierto, pero al menos la tristeza amainó. Por otra parte, seguro tampoco hubiera resuelto nada zampándome un cóctel de serotonina, o gastando lo innecesario en algún mall de Santiago, sobre todo un finde. (Ya, sé que somos pocas, pero habemos algunas a quienes eso de las compras, sea o no shopping therapy, nos produce más angustia que placer. Yo debo ser una pituca hipster o algo así. No conozco los perfiles, pero lo sabré cuando lea el libro, porque lo haré ;)).

Volviendo al tema (sí, tiendo a irme por la tangente en general, pero no aquí)... No sé cuando estaré en condiciones de enfrentar, en serio, el miedo y la pena que me da la soledad (de pareja) en el futuro…

Sé que es algo que debo hacer, porque es una posibilidad probable o una certeza. Es como pensar en qué harás cuando te enfermes, o cuando seas viejo o cuando te mueras, y sé, por experiencia profesional, que lo mejor que puedes hacer es organizar las cosas antes, con calma, sin problemas contingentes...

Es lo que hacemos los abogados, adelantarnos a las posibles alternativas y amarrar un plan conveniente para cada situación. Y la parte más difícil siempre es preparar la conversación para hacerles ver  a los clientes que si bien lo que quieren como algo ideal es una opción, o no, además de "en el mejor de los casos", también hay que concebir un escenario de "en el peor de los casos", y lo más complicado es que acepten que eso es factible, y hay que establecer los pasos a seguir claramente, imaginando posibles -y probables- conflictos, y qué hacer en cada ocasión.

Soy buena armando contratos... pero mis problemas de la vida, para mí, son como ser peluquera, por muy buena que yo sea con otros, no puedo cortarme el pelo atrás tan bien como sí lo hago a los demás...

Y para más remate, últimamente, en las noches, o más bien en las madrugadas, despierto con angustia, ahogada... Sé que es parte porque lo quiero a "él" y "él" no está, y eso se vincula con que  la idea de la soledad eterna me mata... Porque no acepto que quizá no hay solución, y no establezco una ruta al respecto...

Estoy atrapada entre una esperanza mínima y fantasiosa -encontrar, cuerentona al príncipe azul-, como si yo fuera la heroína de una novela y no una simple mortal a la que se le fue el tren, la necesidad imperiosa de hacerme cargo de que no se me da fácilmente el enamorarme, y cuando se me da, no siempre es correspondido, como ahora, que no me funciona lo de "mal acompañado es mejor que solo" y que buen así es la vida, por lo que la soltería eterna se vislumbra como lo más probable.

Sé todo eso, pero no me puedo hacer cargo aún. No sé cómo, si de hecho de puro pensarlo, me paralizo. Me abordan las lágrimas sin tregua, como una catarata aplastante, y entonces me digo que estoy llamando a la fatalidad, así que rápidamente cambio el foco. Y el asunto queda en pausa un rato, hasta la siguiente madrugada de ahogos y angustia, donde vuelvo a evitar el asunto, y así.

Pero hoy, cuando eso me pasó, en vez de asaltar el refrigerador o comer chocolates como mala de la cabeza, opté por la lectura light de ese blog (ergo logré inhibir algo el engordar como vaca), y así cambié por un momento ese dolor punzante en el corazón, enorme e incurable, por una buena dosis de risa, y a veces carcajadas con retortijones de guata, lo que aleja un poco la pena, te da endorfinas y buen humor, y, además, hasta te deja con la sensación de haber hecho ejercicio. O sea, negocio redondo, ¿o no?.

*Guiño a Benedetti por "Los formales y el frío".
*Esto de no preguntar de Amy me hizo recordar lo de "Todavía no pregunté te quedarás, temo mucho a la respuesta de un jamás", de Milanés . (Por si a ti también te bajó la nostalgia, escúchala aquí).
*Blog Cuicoterapia, el libro: http://www.cuicoterapia.cl/ 
*La escena del video es de la peli "Valentine's day" o "El día de los enamorados". La canción de la escena se llama kawa kawa, y en este video está entera. La peli, una comedia romántica, es del 2010 y me gustó. En el trailer se dice algo como: "La culpa de estar sola en este día, es mía. Mi relación más íntima es con mi black berry, gracias a Dios que vibra". Entre otras frases medio en serio medio en broma. Me gustó también, así que lo dejo: