domingo, 6 de abril de 2014

La muerte de Juan y las palabras pendientes

Fuente
Me llamó el Sami porque le van a hacer una misa a Juan, tras dos años de su muerte. 

"Dos años pasaron ya", le dije y luego le pregunté: "Oye, ¿Juan no era ateo?". "Sí, Maidi, en realidad es una ceremonia para recordarlo, pero quisimos darle algo de solemnidad y le pedimos a Felipe, como es cura, que la dirigiera... Ninguno sabía cómo hacerlo de otro modo. Hablamos un rato Sami y yo, me dio las coordenadas de la misa y confirmé mi asistencia.

Recordé a Juan. Juan era un genio y un artista. Muy mino además. Divertido como pocos. ¡ Qué manera de reírnos juntos! Era el tipo más chistoso de la tierra. Dibujaba, escribía, reflexionaba y fumaba de una manera alucinante. Además se lo sabía todo todo todo de todo. No sé si con alguien lo he pasado mejor conversando alguna vez. 

Juan llegó de España a la casa del Sami, tras la muerte de su madre, para Navidad, si mal no recuerdo, como el 2005. Lo cual ya era muy fuerte y se sumaba a que su padre había muerto ese mismo año, unos meses antes, de cáncer o algo así, me parece. Sus dos hermanas quedaron con sus maridos en España y Juan se vino a Chile, a la casa del Sami, ahí lo conocí yo.

Ahora que escribo esto, ya no recuerdo muy bien por qué Juan se vino a Chile. Supongo que por qué aquí pasó gran parte de su infancia y fue feliz, y cuando se queda huérfano todo se le movió y necesitó como "re-plantarse", literalmente.

O sea, como una planta a la que le cambian el clima y sabe que si no se mueve de tierra morirá... Imagino que eligió venirse a Chile porque aquí tenía un alimento crucial y único, el recuerdo del lugar donde creció. Si este lugar le hizo bien una vez, puede que pensara que era el sitio para retomar. Y volvió a reinsertarse en un útero de afecto, la casa de su mejor amigo de chico, el Sami. No sé si así pasó de verdad, y ya nunca podré preguntarle. En fin, así conocí a Juan yo.  

En ese tiempo yo estaba casada con el Nico, que era amigo de Sami del colegio y conoció a Juan de niño también. Juan y yo empatizamos desde el momento 0, pero ambos supimos que nunca pasaría nada más allá. Su código de amistad era de acero y en nuestra cofradía nunca existió la posibilidad de meterte con alguien que está o ya ha estado con alguna persona del grupo... Pero la verdad Juan siempre me gustó, y mucho. Creo que fue mutuo. Nunca, hasta ahora, se lo he confesado a alguno de nuestros amigos comunes.

Una vez nos enojamos Juan y yo. Yo en ese tiempo tenía un depa en Viña, lo arrendé y estaba sin auto y él tenía un jeep. Juan me ayudaría a llevarme las cosas de Viña a Santiago. Quedamos un día X y de hablar para coordinar hora y otras cosas. Yo lo llamaba pero él, que era libre del verbo libre, a veces contestaba cel y mails, y otras no... me cargaba y me gustaba a la vez eso de él en general (en nadie más), pero no en estos casos, en que hay un compromiso en juego y la otra persona necesita saber a qué atenerse, en verdad, en general, y sobre todo cuando dependo de que me contesten, detesto a mares no tener una respuesta clara y rápida. (¡¡Ay si no cuesta nada por Dios!!)

El asunto es que Juan respondía cuando tenía ganas no más. Y en ese caso en particular, cuando lo hizo, a última hora, me dijo que no me haría el favor. Yo lo quería matar. Para mí en ese minuto era un atado enorme, o sea que no me lo hiciera era malo pero que me lo dijera la víspera era terrible porque me impedía encontrar Plan B a tiempo.

Me cargó y también me dolió. Mucho. Me preguntaba por qué Juan, mi brillante y querido Juan, con quien yo tenía tan buena onda, me hacía eso cuando con decirme lo mismo antes, todo hubiera sido mucho menos complicado para mí y él lo sabía. Fue una decepción gigante. 

(No sé cómo finalmente solucioné el asunto de la mudanza, pero la cosa es que me cargó la actitud de Juan, lo egoísta, la falta de consideración, hasta inmaduro lo encontré, etc. Es cierto que soy ansiosa y media hueviadora si me faltan los detalles para coordinar (bueno, por lo mismo soy buena abogada, ja, claro que son los clientes los que en general quieren los detalles)...

Pero si estás ad portas de una mudanza o algo en que lo que te diga el otro determina tus decisiones, y es un favor y el otro es quien tiene que dar la información, realmente necesitas pedirla más de una vez si no te la dan cuando la requieres. Y eso pasa porque no siempre es tan simple, ni que te la den ni que te la den oportunamente... Es una lata estar en esa situación, onda cuestionarse sobre si ¿le pregunto otra vez? ¿Busco otra alternativa? ¿Y si lo hago y luego me responde que ya echó a andar todo? , etc. Atroz.

Yo sería feliz si no fuera necesario y la gente respondiera a todo lo preguntado en el momento adecuado, por último con un "no sé", sabré tal día/momento" o "no sé cuándo sabré" o algo que permita saber cómo continuar la interacción... pero como no es así en general, a uno no le queda otra que insistir, y a veces molesta, es penca para todos, lo sé. Yo por lo mismo yo obviamente sí respondo a preguntas de ese tipo, y cuando la gente es decente y también lo hace, siempre lo agradezco de inmediato).

En fin, el asunto es que Juan podría haberme dicho que no antes y listo, obvio que me hubiera dado lata, pero, como en otras ocasiones similares, le hubiera dicho que son cosas que pasan y que todos sabemos que los planes cambian todo el tiempo, y ya. Era todo. Pero no lo hizo.

A mí me cargó su desidia y me dolió un montón. Juan no se acercó a disculparse como yo consideraba que debía hacer, o algo así, y yo tampoco le hice ver mi molestia. En resumen ninguno hizo nada para retomar la amistad, así que nos distanciamos. Podría decir que es porque ninguno era tan importante para el otro, pero no creo que haya sido eso. Creo que ambos esperábamos que el otro diera el primer paso, pero eso no pasó.

Juan, antes de distanciarnos, se cambió de casa, cerca de la CEPAL, en Vitacura. Yo, durante un par de años, por un cliente con el que me juntaba por ahí, pasaba por fuera de su departamento muy seguido. Lo recordaba mucho entonces. Tenía ganas de pasar a verlo. Casi lo hice muchas veces.

Lo empecé a echar de menos cada vez que veía su edificio. Me acordaba de su conversación, de sus chistes y me reía sola en el auto... quería estar con él.. sobre todo cuando el Nico y yo nos separamos... pero entre esto y lo otro, no me atreví, no fui, no lo llamé. Y así pasó el tiempo, como cuatro años.

Me divorcié, me fui de viaje y un día, yo estando en USA, Sami me llama por Skype. Recuerdo que fue el día después del primer cacerolazo (llamado que hizo la entonces presidente de la FECH Camila Vallejo), en agosto de 2011, lo recuerdo porque Sami y yo hablamos de eso...  De hecho creí que me llamaba porque quería comentarme el asunto, como es tan periodista para sus cosas, y ver si había algún eco en USA... Pero no. Me llamaba para decirme que Juan se había suicidado. Quedé helada.

Me contó que fue con gas, muy programado. Juan dejó una nota con instrucciones y todo de "cuidado, hay que hacer no sé qué"...  dado que tenía las ventanas y otras ranuras selladas... Lo encontró la nana -que era la misma que la de Sami- al par de días de la muerte, y lo llamó... y bueno, Sami le avisó a la familia en España. Me contó todo esto cuando ya lo habían enterrado.

Dijo que supo por mi familia que yo estaba en pleno período de exámenes cuando todo pasó, y consideró que me perturbaría mucho saber en ese momento, así que esperaría a una ocasión menos complicada para mí, por eso me decía en esa oportunidad. "Fue muy duro para todos, Maidi", dijo al terminar su relato... Colgamos. Y yo lloré. Lloré mucho mucho mucho.

Lloré porque nunca imaginé que las no ganas de hacer de Juan, de las que Sami me había comentado, serían tan fulminantes. Para mí fue un comentario, una cosa pasajera, un "síndrome de lienzo en blanco"... No algo así. No algo que mataría a Juan, al creativo, genial y especial Juan. En resumen nunca contemplé que esa falta de ganas de hacer de Juan podían ganarle a sus ganas de vivir... Nunca. 

Me pesa tanto el no haber estado ahí para hablar, de todo y de nada, para aprovechar a Juan y quizá para decirle que su presencia hacía mejor el mundo de varios de nosotros. No sé si yo le hubiera podido ayudar a quedarse más tiempo aquí, para recobrar sus ganas de hacer.... tal vez no, pero quizá sí... Nunca lo sabré. 

Me quedé sin Juan. Sin las maravillosas conversaciones con Juan. Y todo por un enojo que creo podríamos haber solucionado con un poco más de humildad de parte de ambos. Un enojo que nos privó del deleite, creo que mutuo, de hablar y estar uno con el otro y que además dejó, me dejó, un silencio eterno y pesado... Un silencio de muerte que pude evitar. 

Me prometí que en adelante no habría más Juan en mi vida. O sea no permitiría que los silencios pesaran más que las palabras pendientes. Ni que el enojo o el orgullo anularan la relación con una buena persona, menos con una que además era especial. Porque éstas son escasas y valiosas, o sea no abundan en el pequeño mundo propio.

Sé que a veces el decir, ante diferencias, puede leerse como falta de dignidad y puede que incluso sea cierto... Creo que la dignidad es muy importante, pero la inteligencia puede dirimir si la distancia se debe a algo realmente intolerable o que no permite el diálogo, o si optamos por callar sólo para mantener un orgullo que en verdad es arrogancia.

La arrogancia de tener la razón y que eso sea lo más importante, lo que evidencia un ego testarudo, y hacerlo, como yo con Juan, sabiendo que el precio es la posibilidad de perder a una persona que uno quiere en nuestro círculo de afectos. O sea, la inteligencia puede dirimir si ese corte de relaciones es ha lugar, o no. (La verdad yo no vislumbré la posibilidad de perder a Juan, creo que por eso me atreví a ser orgullosa... y me fue... como me fue...).

Yo considero que perder a Juan, más bien la posibilidad de una amistad más sistemática con Juan, fue un precio tonto y desmedido. Además, no sólo perdí eso y todo lo bueno que me reportaba (la risa, la apertura de mundo, los buenos momentos, etc.), sino que no gané nada a cambio. Tan sólo evidenciar lo caro que me puede salir el privilegiar el ego a los lazos humanos que valen la pena.

Es cierto que yo pude vivir bien sin Juan, incluso sin verlo y ahora. Es cierto que la mayoría de la gente de la que uno se aleja por desavenencias varias no se mata o no es un persona increíble y uno por ende en general no se expone a padecer este peso enorme que yo siento en el corazón cada vez que, como ahora, pienso en Juan.

Es cierto también que todos venimos a este mundo solos y así nos vamos también. Pero también es cierto que es mucho mejor vivir en la tierra rodeado de cariño y de buenas personas. Creo que no es algo bueno evitarse eso, sin una verdadera buena razón (o sea una no intelectual).

Por eso decidí que, para mí, cuando el riesgo del silencio es perder a alguien que uno aprecia (que ahora sí contemplo, aunque no siempre, y a veces me equivoco), en fin cuando con decir puedes retomar el diálogo, entonces, me parece que el decir debe priorizarse ante el callar. 

Y a veces, una persona no muere literalmente, pero desaparece del mundo de uno y eso también es una muerte, y muchas veces duele... Mucho.

Me acordé de dos cosas con este escrito, un video maravilloso, alemán, que habla justamente de cuando atreverse a decir marca la diferencia, se llama "El Sueño del Caracol" y de las palabras de la canción de la Tracy "maybe if I told you the right words, at the right time, you'd be mine"...

O sea yo, dado esta experiencia y otras que conozco, por muy difícil que sea a veces, voy a optar por procurar el diálogo y enfrentar las diferencias, arreglarlas o acotarlas, pero no simplemente no hablarse más...  Sé que veces no va a funcionar, pero al menos no me quedaré en el intento de la comunicación y la transparencia, y así no quedarán (tantas) palabras pendientes. Porque de repente la gente de verdad se muere por accidentes, incendios y otras cosas, y por la certeza del silencio eterno, lo no dicho pesa tanto... tanto.



Y la canción...


*A ti, ME.  QPD. La imagen es uno de sus personajes. La puse como una manera de ilustrar "Te deseo un buen viaje".

**Esta historia fue inspirada por el accidente de los chilenos en Colombia, en 2014, puesto que empaticé hasta los huesos con el padre de uno de los muertos, porque además de perder para siempre a uno de sus hijos, quedó con un silencio póstumo y pesado en su corazón, con palabras no dichas.  Recordé lo que duele eso, por "Juan". También lo escribí porque anoche vi "El escritor de cartas" y recordé con eso el poder de las palabras en "La ladrona de libros" y otros textos recientes. Y finalmente, la tragedia de Valparaíso evidencia que la vida es frágil y que por eso es mejor estar en paz con quienes nos rodean.


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