viernes, 7 de diciembre de 2007

33

Y pues llegué a la edad definitoria entre el antes y después, en la más Cristo. La edad del inicio para Huidobro en Altazor, la edad de la muerte para Evita y Dellouc. O sea, pura gente que dejó huellas indelebles... Y ahí mismo estoy yo, pero sin algo así que dejar para la posteridad. Mal.

Se suponía que máximo a los 30 había que tener un hijo, escribir un libro... Aunque sí planté el árbol. (Ok, a los 5 años, en Kinder, pero igual cuenta -o sea, lo hice-.).

Tener 33 es como entre lindo y complicado. Quizá se deba a lo que leí por ahí, que a los 33 es como la edad del espejo, el momento de la cuerda floja en equilibrio, la pausa. El momento para reflexionar sobre cuál será el lado del destino a seguir... Y yo estoy parada aquí, justo en la duda...

En el caso de los 33, yo creo, que la crisis se provoca, en primera instancia, porque es un momento en que se está entre la juventud y el dejar de ser adulto joven, para ser más adulto que joven... Duro igual, yo encuentro. (Menos mal que me veo de 27 porque compro mis cremas importadas sin falta, pase lo que pase. Además con esto del yoga tengo menos arrugas, topísimo).

El asunto es que al margen de como una se vea, igual tengo 33. Entonces una hace una especie de pausa y ve su pasado y su futuro y piensa: ¿Esto es lo que yo quería para mí? ¿Qué me falta? ¿Qué me sobra? ¿Qué hice bien, qué mal? ¿Por dónde debo proseguir?...

Y si bien desde que me casé el tema de los hijos social y familiarmente, como que igual jode su resto... De alguna manera rara, en este minuto, no es prioridad dentro de mis reflexiones.

Definitivamente me parezco a mis causas leguleyas, que esto sí, pero que esto no, que quizá por aquí, etc.... Debo haberme convertido en un caso por defecto profesional...

No soy fiscal, pero veremos por cual lado del espejo me lleva el destino y.... El auto juicio. Claro, que a lo jueza express sí, porque si lo tomo como queja en el SERNAC por el Transantiago, definitivamente muero en el intento.

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